jueves, octubre 05, 2006

Este álbum colecta buena parte de sus elementos en la casa-matriz del Chile Central: una casa situada generalmente en la periferia pero en cuyo interior suelen cocerse, para más remate, ciertas identidades hegemónicas. Cabría esperar por ello la tan manida estetización del espacio erosionado: que el fotógrafo machacara, por ejemplo, alguna rentable cantinela sobre idilios o paraísos perdidos, o que se cuadrara con los pintorescos en la defensa de un patrimonio en pose de "vulnerabilidad". No es esa, sin embargo, la estructura de sentimiento que corporizan sus imágenes. Hay aquí un afán desambientador materializado en la proliferación de microdiferencias, de exuberancias tectónicas y cromatismos opulentos en los que ya no se puede reconocer a simple vista la retórica del abandono o de la degradación. Si el provincianismo, como se nos ha dicho, es a la vez óptica cerrada y temporalidad anacrónica, miopía y ciclo antimoderno, este álbum despliega la estrategia sibilina de resignificar el código realista para abrir la mirada hacia un mundo profuso, extraño, batallador, no exento de fracturas, ocultamientos y superposiciones. Como si se tratara de una especie de intentona hiperdocumental, el fotógrafo extrema sus posibilidades denotativas al punto en que los paisajes cotidianos dejan de ser familiares, o siquiera a ese nivel en que volvemos a preguntarnos por "el misterio verdadero de las cosas visibles". Disparos contra el paredón de la provincia, insidias de un grafitero alucinado, galimatías de un psicopedagogo capcioso o sardónico, las imágenes de Labarca atraviesan los clichés del deterioro para aventurarse en esos lugares donde se agazapa nuestra fiesta chacarera y retrofuturista.

C.Barahona
Bramadero, octubre de 2067