jueves, noviembre 16, 2006

Las lagartijas, la calle 3 norte y Héctor Labarca Rocco

Me piden que escriba unas breves líneas sobre las últimas fotografías de Héctor Labarca Rocco (HLR). Trataré, con las limitaciones propias de la ignorancia, de referirme sobre estas trasnochadas manchas de Rorschach que sirvieron para ilustrar La delgada línea de luz de nuestro amigo Reynaldo Lacámara.

¿Qué me parecen? ¿Qué evocan o llaman a pronunciar? ¿Por qué ahora? ¿Para qué es este blog?

Digamos primero que Talca ayuda mucho al propósito. La noble causa –como diría nuestro amigo que recorre el mundo y particularmente la noche abotonado hasta el infinito de la camisa- se facilita sorprendentemente por el triángulo perfecto del arribismo, la decadencia y el recuerdo nostálgico de una época opulenta. Época que no volverá. Por que los bancos hoy son transnacionales y los trenes ya no mueren en el Piduco. Más bien vienen a morir o están en constante agonía. Aunque el Intendente diga que los fondos están para reponer el ramal a Constitución.

Seamos claros: una cuadra de la calle tres norte equivale a la Gran Vía completa. Sí, ya sé la contra argumentación: una mañana en Bombay completaría una edición corregida y ampliada en formato Taschen de estas estatuas. Pero resulta que estamos en Talca y es primavera. Volvamos ahí.

HLR es el Conde. Nuestro André Bretón de la plaza de las Concentradas y estas imágenes vienen a su cámara de la misma forma que vírgenes adolescentes se presentan ante el Maharajá de Jaisalmer. Porque necesitan ser retratadas. Porque no en vano una pared se pinta blanca durante la dictadura de Goldfinger cuando fue azul durante la revolución. Por que no toda rugosidad pasada fue mejor. Porque el tiempo se encarga de repetirnos que somos naufragos y que la historia individual no se borra con un pincel. ¿O no ven cómo los ancianos se ponen cada vez más ancianos y ya ni siquiera se escuchan a ellos mismos?

Estas formas acaban con los paradigmas. Con esas estúpidas verdades absolutas. Son arte comprometido compañeros. Comprometido con el color. Con la divergencia. Comprometido con la estética. Con la estética por la estética. Aunque miles de imbéciles no entiendan eso. Pero es que el mundo está colmado de invertebrados. Y Talca es el Bangalore. El Silicon Valley de la suspicacia. Por eso se le ama o se le odia. Por eso no hay términos medios. O se viene a construir, a ser nombre de calle o se regresa a Valdivia. No creo necesario recalcar en qué eje se encuentra nuestro camarada.

Leía el viernes que un museo ofrecía, mediante la tecnología laser, transportarnos al origen de la pintura. Al primer trazo del pintor.

Este blog, con otra óptica y destreza, persigue el mismo objetivo. Pero debemos aplicarnos para comprender y gozar. Podemos sentarnos en la última fila de la clase. Podemos dibujar barcos y puentes de madera. Pero debemos guardar silencio. No hacer preguntas estúpidas y menos aquellas de lucimiento que son mucha más estúpidas y repudiables. Tenemos que exigirnos a observar de la misma manera que HLR lo hizo –y espero que lo siga haciendo- para retratar maestramente a estos muros. Este adobe que se extingue entre edificios y estacionamientos subterráneos. ¡No todo son mujeres con sus velas al viento!

Talca cambia. Lento y con los mismos males y aberraciones de nuestro Chile. HLR, ciudadano disciplinado, se hace cargo de aquello y bayoneta en mano juramenta inmortalizar el momento que no regresará. A través de sus formas y colores nos invita a la plaza. A soñar con baladas nuevas y con signos que hablan el lenguaje de nuestras tribus.

Porque cada tanto es obligación detenerse a contemplar un pájaro o una lagartija sobre una viga de metal. HLR es la guía que comanda la luz y los contrastes, derrotando a la neblina y el invierno de Talca con estas fotos. Ojalá Napoleón y Hitler hubiesen tenido el ojo y las balas de este comandante. Claro que aquí no hay zares y la nieve del comunismo se derrite en la laguna del Maule.


Guillermo García

Paris, octubre de 2006